Del nacimiento del poema “Llueve en Père-Lachaise”

¿Cuánto tiempo lleva escribir un poema?

 

 

Lluvia en la periferia de Buenos Aires.

 

 

Por Alba Murúa

 

Algunos lectores creen que escribir una novela tiene más mérito que escribir poesía. Son los que miden todo: en este caso, por extensión y tiempo de elaboración, parece que cualquier novela “le gana” a un poema.  Sin embargo, me detendré en esta última medida porque, ¿cuánto tiempo lleva escribir un poema breve?… Y respondo: mucho más de lo aparente. Y no me refiero al ritual de dejar los poemas descansar hasta retomarlos, releerlos con nuevos ojos, ver qué se hace con él. Ni al más o menos extendido período de corrección que, en algunos poetas que conozco, puede prolongarse infinitamente. Me refiero a todo lo que constituye un poema: el trayecto de una vida, las copiosas lecturas, el conocimiento acerca de la teoría y la práctica, los cien, mil o más poemas escritos antes de aquel, las marcas del alma.

Así sucedió (no lo pensé al escribirlo, por supuesto, eso es algo que no se reflexiona cuando una está sumergida en el proceso de escritura) con “Llueve en Père-Lachaise”, incluido en mi poemario Servicio meteorológico.

El disparador de ese poema fue un posteo en las redes que no recuerdo con exactitud. Sí recuerdo a su autora, la crítica de artes escénicas Teresa Gatto*, quien a diferencia de quien suscribe, sí ha viajado a Europa más de una vez (en mi caso, todo se reduce a copiosas lecturas y a algún viaje astral).

Al recorrer virtualmente aquel famoso lugar de Francia, lo relacioné –por su abolengo y último destino*- con el barrio de Recoleta que, en mi carácter de curiosa del arte, he recorrido incansablemente; también recordé el río Matanza y un relato de Elizabeth Molver y Domingo de Cristófaro acerca de una de tantas inundaciones. El agua subía también en mi casa materna, entraba a todas las habitaciones  y arruinaba los muebles que tanto habían costado, y pensé en aquellos barquitos de papel que armábamos con mis hermanos, ajenos a la silenciosa desesperación de mis padres. Como una embarcación lleva a otra, los bellísimos barcos que creó el querido y admirado artista plástico Francisco Lazo Toledo navegaron por mis versos.

 

Por supuesto, estas son algunas pistas que he detectado yo misma en mi poema. ¿Habrá más?… Seguramente, porque cada poema también es un mundo.

 

Prueba de tapa de «Servicio meteorológico»

 

LLUEVE EN PÈRE LACHAISE

 

La tarde es anaranjada y verde
dorado el brillo de los ojos
bajo el paraguas
el empedrado destella suavemente.
Llueve en Pére Lachaise
con elegancia, claro.
Llueve en Buenos Aires
en las esquinas
buscan refugio
los vagabundos tristes
hambrientos
destruidos
por el vino barato
y la humedad.
Llueve en Recoleta
algunos entornan los ojos
para no ver.
Llueve también en Laferrere
y el Matanza reclama
su ancha orilla
a cada casilla de chapas
Llueve y Fran bota
en la calle llenita de agua turbia
sus barquitos de tornasol
que exorcizan las penas.
Llueve
o quizás sean lágrimas
este temblor
que asciende sobre el mundo.

 

Alba Murúa  (de Servicio meteorológico)

 

 

*Aprovecho este post para agradecerle a Teresa Gatto una inspiración de la cual se entera dos años después. Y, de paso, les recomiendo su sitio web, una prestigiosa plataforma de críticas teatrales y demases:

https://www.puestaenescena.com.ar/

 

* El cementerio Père-Lachaise, también conocido como el «cementerio del Este», es el cementerio más grande de París y cubre 43 hectáreas. Forma parte de los parques y jardines bajo la gestión del ayuntamiento de París. Es un lugar único que invita a la contemplación y a la ensoñación, empapado de arte, cultura e historia, donde se transita por su laberinto de piedras y vegetación. Más de tres millones de visitantes de todo el mundo lo visitan cada año. (Del sitio web del cementerio).

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2 respuestas a «Del nacimiento del poema “Llueve en Père-Lachaise”»

  1. Yo visité dos lápidas negras, año de nacimiento y partida. No podía ser de otro , Saer, de izquierda, murió en París donde se había exiliado a fines de los años 50. Esas lápidas sin imágenes religiosas ni aros para flores me llevaron a pensar con alivio y congoja, si esto es posible, que mi escritor más querido no se había traicionado y como si hubiera partido en su provincia de Sta. Fe, estaría entre muchos en un nicho sencillo pasando desapercibido. Sin ornamentos ni monumentos arquitectónicos. Pero ese día llovía y todo era anaranjado. Y el contraste hizo.qie la despedida fuera todo lo que hice. No pasee, no fui a buscar a Balzac, ni a Wilde ni a Morrison. Me fui corriendo porque el arte estaba en una urna para mí .Te abrazo

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