Escribir en cuarentena

 

Fotografía propia, evocación de escritura junto al mar.

 

Escribir en cuarentena

 

Me puse a pensar en este tema porque converso con escritores amigos y es una constante el bloqueo debido mayormente la angustia de estar en esta situación (hablamos de la extensa cuarentena a raíz de la pandemia que estamos atravesando en 2020).

No es lo que me ocurre. Escribo a pedido -como mi colaboración en La Primera Vértebra, gracias a Teresa Orbegoso, o mi nuevo aporte a la excelente publicación Devenir 111- y también por las mías, artículos como este, un diario para legarle a mis nietos, poemas sueltos o a propósito de un excelente taller virtual al que estuve asistiendo gracias al programa de lenguas de la UNSAM y a Florencia Defelippe, mails y documentos para mis alumnos, posteos en las redes.

Algunos han retomado la escritura gracias a mi taller gratuito en Instagram. Eso me hace feliz. Y me incita a seguir creando: organizar mis libros inéditos, lanzar un nuevo taller, escribir para mis trayectos de lectura.

Entiendo los bloqueos, claro. También los he tenido en otros tiempos. Hace unos días, al ser invitada a la presentación del poemario de Ciela Asad, Un toro en la garganta del jilguero (Leviatán, 2020), recordé por ejemplo lo que me ayudó hace algunos años un breve taller con Susana Szwarc que, gracias a su sutileza y oficio, me impulsó a seguir con mi propio camino en la escritura.

Son tiempos difíciles, qué duda cabe. Quizás escribir es lo único que podemos hacer algunos de nosotros para atravesar la incertidumbre. Y para quienes quieran, pero no sepan cómo, siempre quedan los libros, que nos habitan y nos dan nuevas ideas si estas no surgieran por otros medios.

En unos días estaremos de nuevo (juntos, a la distancia) algunos compañeros para rememorar un hito en la literatura del oeste del conurbano:  Alto Guiso. Poesía matancera contemporánea (Leviatán, 2017).

Será un encuentro de poesía dentro del marco de un excelente congreso virtual. Aprovecho para invitarlos. Quizás escuchar a tan diferentes poetas, les de nueva inspiración. Ojalá así sea.

 

Nota en el diario Clarín, a raíz de la primera edición de Alto Guiso en 2017.

 

https://e-verba.org/arte/?fbclid=IwAR3OaSBa0ewtKTa35EwV-uTG7PKJfiuNA7fm7GJZdsf1ZqG7lYglJzCDRUo

http://laprimeravertebra.com/cronica-de-niebla-por-alba-murua/

https://devenir111.com/alba-murua-me-he-puesto-a-hacer-bunuelos/

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¿Por qué leer literatura?

Tarde de lectura junto a la poeta Elizabeth Molver.
Fotografía: Alberto Oris

 

 

¿Por qué leer literatura?

 

por Alba Murúa

 

Primero, porque la lectura es una de las actividades humanas que nos constituye, porque si hemos sido alfabetizados tenemos una deuda con el resto de la humanidad : leer si aprendimos a hacerlo, también escribir. 

 

Mientras seamos parte de un sector privilegiado -los que tuvimos educación formal- hemos de honrarla.

 

Una actividad que nos eleva y constituye, la literatura, es una rama del arte en que el símbolo predomina, nuestro material es plenamente simbólico, así lo han desarrollado y lo analizan esos estudiosos llamados lingüistas: si escribo agua no es el agua ni en su más mínimo átomo. El agua que refresca mi pensamiento, que cae como lluvia que constituye las infinitas olas marinas no es el agua en sí, es una construcción de mi contacto con ese precioso elemento desde mi más tierna infancia (y antes probablemente).

 

Y además, el texto literario toma la palabra agua y la resignifica, la transforma en algo nuevo: el agua de los días se escurre inexorable.

 

Una rama del arte en que la combinación de símbolos da resultados asombrosos, más o menos difíciles de desentrañar. Está el símbolo y está la palabra y su fonética, lo que da posibilidades rítmicas inesperadas.

 

El canto de los siglos se mece en las largas tiradas de versos, somos hijos de la épica, esas extensas historias contadas rítmicamente para embellecerlas y, sobre todo, para memorizarlas.

 

En tiempos de Internet, la épica resulta inútil. Hoy predomina el hipertexto y, olvidemos lo que olvidemos, el gran mundo virtual parece siempre haber guardado la respuesta.

 

Y sin embargo: ¿por qué un infante al que se ha preservado durante sus primeros años de un exceso de pantallas (en especial, las interactivas), disfruta tanto de las nanas, las rimas, los trabalenguas y los cuentos? 

 

Para pensarlo e intentar cuidar y cultivar esa porción de fantasía inconmensurable: el juego con las palabras. 

 

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